El mes pasado tuve la oportunidad de asistir al Latinoamerican Widows Sons Regional Gathering en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Fue una vivencia inolvidable que me permitió observar dos caras de una gran subcultura creada en torno a la icónica marca Harley-Davidson: una en Estados Unidos y otra en Latinoamérica.
Mi primer acercamiento fue en el 2021, durante el Widows Sons Grand Gathering en Woodstock, Illinois (sobre el que escribí hace tres años, en esta misma red social). Esa oportunidad me permitió conocer el poder de una lovemark.
No soy fan ni usuaria de motos, pero el haber participado en diferentes Gatherings en lugares tan distantes y opuestos del continente americano; y con diferentes tipos de bikers, me ha permitido, modestamente, reflexionar sobre la percepción de HD en ambos lados del continente.
Me gusta iniciar con una frase de Richard Teerlink, presidente de Harley-Davidson entre 1989 y 1997:
“Nosotros no vendemos motocicletas. Vendemos la posibilidad de que un contador de 48 años se vista de cuero negro, conduzca por pequeños pueblos y consiga que la gente lo admire”.
Todos hemos escuchado frases como ésta cuando se habla de la mítica marca de motos: “se trata de una compra emocional, no racional”, porque según los fanáticos de la marca: “Harley Davidson es un estilo de vida”.
A primera vista, parecen slogans, pero detrás hay una sólida subcultura, una forma de comprender la vida: dejar los límites atrás, sentir libertad y orgullo. En ese universo, los bikers se olvidan de etiquetas, cargos, carreras o títulos.
En el Gathering de Illinois conocí a motociclistas más maduros, en edad y experiencia sobre ruedas. Las edades oscilan entre los 50 y 70 años (o más). Esta comunidad surgió tras la Segunda Guerra Mundial, cuando los veteranos formaron clubes para ayudar a crear círculos sociales y poder reintegrarse a la vida civil, manteniendo su estilo. En Estados Unidos, la infraestructura también lo permitía: autopistas amplias y seguras, carreteras casi perfectas (la interestatal recorre todo el país, por ejemplo) que permiten viajes de semanas o meses, reforzando ese espíritu de libertad que atraviesa generaciones.
Es una comunidad diversa que une a personas de diferentes orígenes y estilos de vida bajo una pasión común: atmósfera de libertad, individualidad, poder y velocidad. La subcultura motera norteamericana es una muestra de que el espíritu de libertad no tiene edad.
En ambos eventos, tanto en Estados Unidos como en Bolivia, conocí a personas de distintos orígenes, trayectorias, profesiones y realidades: abogados, cirujanos, mecánicos, agricultores, bomberos, jubilados, docentes, comerciantes e incluso un candidato presidencial. Todos unidos por la pasión de ayudar —recaudando fondos para quienes más lo necesitan— y por el placer de compartir rutas y paisajes inolvidables con amigos de todo el mundo.
En Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, en marzo de 2025, los recorridos fueron más cortos —nuestros países no cuentan con la infraestructura vial necesaria—, pero fueron igual de significativos. A pesar de los desafíos logísticos y de combustible, el grupo logró visitar los puntos más emblemáticos de la bella ciudad de Santa Cruz de la Sierra, corazón económico del país (que por cierto, aporta el mayor porcentaje al PBI de Bolivia: 31.55 % al cierre de 2024). Y que además cuenta con una gran riqueza histórica.
Me pude dar cuenta de que la subcultura motera en Latinoamérica es más hospitalaria, cercana, con mucha camaradería y familiar. Los moteros son más jóvenes (de 35 a 65 años); y el ambiente está cargado de camaradería y diversidad. Hispanos y brasileños unidos por una pasión común y un fuerte sentido de pertenencia que se refleja en cada evento, cada rodada, cada saludo. El cuero negro, los pines, las bandanas de cada capítulo o país, son símbolos vivos de una confraternidad que trasciende fronteras.
Al reflexionar, confirmo que esto no se trata únicamente de retórica. Latinoamérica no es simplemente una gran región: somos una comunidad de naciones hermanas, unidas por la geografía, el idioma, las raíces indígenas, mestizas y españolas. Todo ello crea un lazo de fraternidad y camaradería aún más profundo dentro de la subcultura motera de este lado del continente.
¡Nos reencontramos en el próximo Grand Gathering, Illinois – agosto 2025!
#Widows Sons Ladies